Como muchos peruanos y peruanas, nunca podré olvidar, siempre hay una noticia, una conversación, una lectura, algún evento, alguna melodía que estremezca los traumas en muchos y en mi caso acicatee los recuerdos, mientras redacto estas líneas resuena en mi mente la tonada “Desaparecidos” del salsero Rubén Blades.
En algunas de mis visitas a Santa, pude conocer “in situ” algunos de los lugares que violentaron el distrito con la desaparición de campesinos en 1992 a manos del destacamento militar denominado “Colina”, participé en muchos eventos año a año celebrados para reclamar justicia. Posteriormente, por mi actividad docente uno de mis estudiantes resultó pertenecer directamente con una de las familias afectadas en dicho suceso, accedió a mi petición de contactarme con los suyos y así pude entrevistarme con don Jorge Noriega, pude conocer la grandeza intelectual de un noble campesino que se apoyaba en sus fuerzas para cargar con su procesión de justicia, rápidamente sentí de cerca su dolor de padre y su sed por la verdad completa. En este año, antes de finalizar la campaña electoral a la presidencia, tuve la oportunidad de caminar con Noriega y los demás familiares deudos en una protesta para rechazar el fujimorismo, nunca sentí tan hondo orgullo por sujetar su banderola, por acompañar su causa.
Finalmente, el 2011, no es el año de Alberto Fujimori, no solo no saldrá libre este año, no solo perdió en las ánforas presidenciales, desde las arenas de Virú revive una exigencia para cerrar jurídicamente un caso, para cerrar un círculo de tortuosa espera. Para los fujimoristas el significado de pacificación menoscaba el costo en vidas humanas porque implica afirmar cómodamente que se mató menos, aunque paradójicamente año a año más excavaciones escalofriantes refuten semánticamente y socialmente lo contrario.