domingo, 7 de agosto de 2011

PARA QUE NO SE REPITA

Lic Sergio Benites Romero



Una parte de mi existencia transcurrió en paralelo a la violencia política ochentera, básicamente mi infancia y adolescencia, por aquel entonces mis inquietudes por conocer en profundidad este fenómeno social no encontraban las respuestas claras, primaba la versión oficial de los hechos, de eso fui siempre consciente, por tanto me eché a la tarea de documentación pormenorizada del surgimiento, desarrollo y declive de uno de los conflictos internos más sangrientos que quedará registrado candentemente en la historia y marcado dolorosamente en la memoria. Como resultado logré compendiar un archivo personal y a la vez arribar a mis propias conclusiones, pero también fue inevitable sobrellevar internamente un profundo dolor por todas las secuelas experimentadas.


Como muchos peruanos y peruanas, nunca podré olvidar, siempre hay una noticia, una conversación, una lectura, algún evento, alguna melodía que estremezca los traumas en muchos y en mi caso acicatee los recuerdos, mientras redacto estas líneas resuena en mi mente la tonada “Desaparecidos” del salsero Rubén Blades.


En algunas de mis visitas a Santa, pude conocer “in situ” algunos de los lugares que violentaron el distrito con la desaparición de campesinos en 1992 a manos del destacamento militar denominado “Colina”, participé en muchos eventos año a año celebrados para reclamar justicia. Posteriormente, por mi actividad docente uno de mis estudiantes resultó pertenecer directamente con una de las familias afectadas en dicho suceso, accedió a mi petición de contactarme con los suyos y así pude entrevistarme con don Jorge Noriega, pude conocer la grandeza intelectual de un noble campesino que se apoyaba en sus fuerzas para cargar con su procesión de justicia, rápidamente sentí de cerca su dolor de padre y su sed por la verdad completa. En este año, antes de finalizar la campaña electoral a la presidencia, tuve la oportunidad de caminar con Noriega y los demás familiares deudos en una protesta para rechazar el fujimorismo, nunca sentí tan hondo orgullo por sujetar su banderola, por acompañar su causa.


En la primera semana de agosto, los medios comenzaron a dar cuenta de un hallazgo impactante: fosas humanas cuya descripción correspondería a los asesinados campesinos santeños. Tal hecho reviste una importancia que alcanza el mérito de ser citado también en el índice de los libros “Muerte en el Pentagonito” de Ricardo Uceda, “Ojo por ojo, la verdadera historia del grupo Colina” de Umberto Jara y del mismísimo informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. El 4 de agosto una vez más se cayó el cielo para los responsables procesados, para la otra parte solo se abrió paso una inmensa luz reveladora que acaba con la búsqueda lacerante de familias santeñas. El mundo ha debido rotar 19 veces alrededor del sol, toda esa magnitud de tiempo se tomó la verdad para ser desgranada, me asalta en la mente la canción “Vuelven a la eternidad” composición de Walter Coayla, muy difundida por los hnos Gaytán Castro


Finalmente, el 2011, no es el año de Alberto Fujimori, no solo no saldrá libre este año, no solo perdió en las ánforas presidenciales, desde las arenas de Virú revive una exigencia para cerrar jurídicamente un caso, para cerrar un círculo de tortuosa espera. Para los fujimoristas el significado de pacificación menoscaba el costo en vidas humanas porque implica afirmar cómodamente que se mató menos, aunque paradójicamente año a año más excavaciones escalofriantes refuten semánticamente y socialmente lo contrario.

miércoles, 11 de mayo de 2011

EL OCASO DE LA CLASE DIRIGENCIAL

Lic. Sergio Benites Romero
La perspectiva política exige todo un esfuerzo, particularmente, cuando uno no milita y no tiene el análisis político partidario desmenuzado, entonces uno tiene que arreglárselas solo, el individuo ante los hechos todos desordenados, el ser que apela sólo a su concepción del mundo frente al inmenso mar de eventos que deben ordenarse, discutirse, interpretarse, es decir, prestar fina atención a los elementos del todo sin perder de vista el conjunto mismo, para finalmente esclarecerse, exponer alguna tesis y generar el debate.
Uno de los temas que me ha tomado tiempo estudiar - en gran medida – tras mucha preocupación, ha sido conocer y comprender el ocaso de la clase dirigencial popular en la actualidad. A partir de planteamientos concretos como ¿Qué ha pasado con los dirigentes intelectuales de antaño? ¿Por qué antiguas ciudades en nuestro país erigidas como auténticas ágoras políticos culturales han perdido su brillo? ¿Dónde quedó todo el ardiente debate ideológico? ¿Qué ha ocurrido con la formación política de los partidos políticos? ¿Qué ha ocurrido con los jóvenes que reniegan de la política en plenos claustros universitarios estatales?
Para responder a todas las anteriores interrogantes, a través de entrevistas he recogido algunas opiniones de entendidos en las ciencias sociales, pero no sólo académicos sino también de políticos (de los pocos que quedan), además de la lectura de artículos y ensayos desde distintas orillas ideológicas (aunque más las de derecha por obvias razones), entonces, luego de depurar algunos datos y ver la conexión en algunos eventos, se puede esbozar una hipotética respuesta. Desde una concatenación histórica, la orfandad de dirigentes se debe a todo un proceso coherente.
Desde la década del 70´ se redefinieron fenómenos políticos, aunque en particular uno fundamental: el conflicto armado entre subversivos y el Estado peruano, dicho evento generó una onda de gravitación que atrajo una definición de posturas con todas sus consecuencias, de este modo intelectuales y políticos de derecha eran asesinados u obligados a huir por cuenta de SL y MRTA, igual fue la suerte de izquierdistas ajenos a ambas corrientes, por ser tachados de revisionistas. El otro caso fue el de intelectuales y dirigentes políticos de izquierda que engrosaron las filas subversivas, cientos cayeron en combate o por abuso de las fuerzas militares (gobiernos de Belaunde, García y Fujimori), poco a poco, espacios gubernamentales, universitarios, sindicales, gremiales, barriales, etc., fueron quedando desocupados, generando una mutilación social, un vacío humano muy importante, que lentamente ha sido ocupado por los últimos mandos en cada cadena dirigencial, además de advenedizos e improvisados, es decir, no precisamente los más esclarecidos, eso explica la presencia de seudo dirigentes y seudo políticos como autoridades regionales, provinciales y distritales ahora.
Como se sabe, el conflicto interno lo ganó militarmente el Estado, por tanto, es fácil entender que los empresarios gobiernan hoy el país con los partidos de derecha, y varios izquierdistas que sobrevivieron al terrorismo de ambos lados se han replegado en posturas políticas cómodamente progresistas y laborando – en buen número - en ONGs, esto último también se aprecia como tendencia al interior del país, también es claro entender la condición de cascarones en la que se han convertido centrales de trabajadores como la CGTP hoy una agencia de cupos de trabajo a nivel nacional. La podredumbre dirigencial actual es una variable consecuente y tiene sentido solo a partir de otras antecedentes correspondientes a su propio proceso histórico.
Finalmente, la actual crisis de dirigentes es un recodo, histórico al fin, sin duda tomará tiempo, esperar a la siguiente generación de lúcidos pensadores, la sociedad volverá a ser partera de sus nuevos y mejores hijos.