jueves, 14 de mayo de 2009

LA INFLUENZA DE CONSTRUCCIÓN CIVIL

Sergio Benites
No cabe duda que actualmente los países están más preparados y dispuestos a apoyarse para enfrentar epidemias de ataque masivo a diferencia del pasado, En el campo de las ciencias sociales la práctica es todo su revés, porque los problemas existen y la indiferencia a ellos también; la INFLUENZA de construcción civil es una prueba de ello.

Los gremios de construcción civil asolan nuestra sociedad como un virus al cual no hay fuerza o institución que pueda epidemiológicamente controlarlos, es terrible aceptar que esta otrora vanguardia sindical haya mutado en una cepa lumpenesca que ha llegado al grado de pandemia social, sabemos que existe alarma en la población porque a la fecha esta enfermedad ha sembrado el terror por doquier. Lamentablemente han superado el periodo de incubación.

El contagio es viral – al igual que la infecciosa gripe porcina – y son más propensos a afectar a los individuos de sectores populares de escasa instrucción y precaria condición laboral, así como a toda clase de arribistas y oportunistas, es tan peligrosa la enfermedad que en los peores casos la enfermedad los deforma en “seudodirigentes” cuyos síntomas son de absoluto pronóstico reservado, se recomienda en estos casos descartar el uso de mascarillas, los bozales podrían ser más útiles.

En el caso de la enfermedad de epicentro mexicano, fueron acertados los mecanismos para controlar la transmisión (aislamiento de infectados, cierre de aeropuertos, etc.), debe hacerse algo parecido con nuestro caso, debe reducirse el espacio a este mal social de la vida política de la sociedad, las fuerzas políticas deberían aplicar cuarentenas de reeducación social a tales “agremiados de andamio”. El agente causal es objeto de estudio por lo que aún no hay vacuna conocida para ellos.

Hoy, los lúmpenes son – ese titulo se han endilgado – una vanguardia sindical para sorpresa de estudiosos, los gremios de construcción civil se han convertido a nivel nacional en auténticos cascarones que han domesticado hordas de asalto, son en realidad agencias de empleo con fachada y membrete de sindicato, recicladores – casos comprobados de por medio – de infelices de un submundo que tienen todo el derecho a reinsertarse pero que deben abandonar malas mañas.

De manera particular, no me opongo a la existencia de sindicatos de obreros, sino que indigna ver como han escupido sobre el legado del amauta y la génesis de su organización obrera, lo único que tienen de Mariategui es su rostro avergonzado en sus banderolas.